SARA PÉREZ DE MADERO.

De todas las esposas de los Presidentes de la República, indudablemente Sara Pérez es quien peores momentos vivió.

De clase acomodada como su esposo, Sara acompañó a Francisco (Ignacio) Madero durante su campaña política para enfrentar a Porfirio Díaz en las elecciones Presidenciales de 1910.

Dicha campaña llevó a Madero, vía ferrocarril, a todos los rincones comunicados del país.

En varios de ellos, ambos esposos sufrieron intimidaciones, ya fuese de los caciques del lugar o de las autoridades militares y políticas de cada Estado.

En un par de ellas, Madero estuvo a punto de ser asesinado y en otras fué encarcelado, quedando Sara a la deriva.

 

Madero era en realidad el único candidato viable para enfrentar a Díaz en las elecciones.

Habría que detenernos por un momento e imaginar el ámbito en el que se desarrollaba su campaña para entender lo que Madero y Sara vivían:

- un poder establecido por más de 30 años,

- la prensa vendida al Presidente,

- un pueblo ignorante y en muchos casos reacio y temeroso al cambio,

- todos los Gobernadores y personajes políticos y de negocios (nacionales y extranjeros) que vivían muy bien amparados bajo los beneficios que les otorgaba la Presidencia de Díaz.

Madero representaba para todos ellos una amenaza, aunque pequeña ciertamente, pero alteraba de alguna manera el status quo que durante 3 décadas había establecido Díaz.

Eliminarlo en cualquier rincón del país era en realidad muy sencillo e inventar cualquier patraña para ocultarla era muy simple y común.

 

Foto izquierda: Sara y su cuñado Raúl Madero (a su derecha) a principio de 1911 en Ciudad Juárez. Desde ahí Francisco pidió la renuncia al Presidente Díaz quien, ante la posibilidad de que el país echara por la borda los logros de sus 30 años de régimen, abandonó la Presidencia voluntariamente en Mayo de 1911. Foto derecha: 'Palacio Nacional' y residencia de Madero en Ciudad Juárez, Chih.antes de partir hacia la Ciudad de México. Sara lo acompañó en todos sus recorridos.

 

Sara acompañó siempre a su esposo a sus exilios, y huyó en muchas ocasiones con él a salto de mata.

Después del fraude de 1910 que llevó al Presidente Díaz a una nueva reelección (1910-1916), Madero abandonó San Luis Potosí y se dirigió a San Antonio, Texas, desde donde proclamó el Plan de San Luis.

Dicho Plan desconocía a Díaz como Presidente de la República y solicitaba el levantamiento en todo el país a partir del 20 de Noviembre de 1910, fecha en la que por cierto, casi nada ocurrió desde el punto de vista militar.

Finalmente, con la renuncia de Díaz en Mayo de 1911, Madero llega a la Presidencia pero con ello, iniciaría una época aún peor para él y Sara.

Durante su Presidencia, Madero, quien era una persona honesta y honrada, con las mejores intenciones para sacar adelante al país (si bien no con las capacidades necesarias para ejercer la Presidencia) se dedicó, entre muchas cosas, a limpiar y erradicar muchas prácticas que le habían permitido a Díaz establecer un Gobierno estable y progresista.

Dejó de comprar ($) a la prensa quien se dedicó entonces a atacarlo y a crearle al Presidente un ambiente muy difícil.

Igualmente le suspendió al Embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson la mensualidad que Díaz le otorgó por años a cambio de no interferir en la política de México.

Esto le acarrearía a Madero, dos años más adelante, el final de su mandato y de su vida.

Como sabemos, durante la Decena Trágica Madero fué encarcelado.

Sara, conocedora de que el Embajador Estadounidense estaba detrás del golpe de estado, acudió a la Embajada de EU a pedir clemencia por la vida de su esposo.

Dos días antes Sara había recibido el cadáver de su cuñado Gustavo, asesinado igualmente bajo el amparo de Wilson y Victoriano Huerta.

En la Embajada Estadounidense (esquina de Paseo de la Reforma y Balderas) Wilson, alcoholizado como acostumbraba, humilló a Sara y le negó cualquier intercesión para salvar la vida de su esposo.

"Seré franco con usted, Señora. La caída de su esposo se debe a que nunca quiso consultarme".

 

Con la angustia por no saber el destino de su esposo, Sara hizo todo lo que pudo por salvarle la vida, pero finalmente recibió el cadáver de Francisco 2 días después del asesinato.

Con ese lamentable desenlace, Sara vivió los siguientes 31 años de su vida, hasta que murió en la Ciudad de México en 1944.

Fue sepultada en el Panteón Francés de La Piedad, donde fue originalmente sepultado Francisco, pero luego éste fué trasladado al Monumento a la Revolución