LA FLOR DE NOCHEBUENA

Esta flor de gran belleza tiene su origen en lo que hoy es México.

Los indígenas la cultivaban varios siglos antes de la llegada de los Europeos a México.

Los sacerdotes prehispánicos la contemplaban antes de iniciar alguna ceremonia. También se dice, que la cuetlaxochitl era símbolo de la “nueva vida” alcanzada por los guerreros muertos en batalla. Según la creencia, estos combatientes regresaban a la tierra a libar la miel de esta flor.

Los indígenas utilizaban los pétalos macerados y mezclados con oxtle y otra substancia para teñir cuero y algunos textiles.

La flor de nochebuena es conocida con los nombres de: flor de fuego, flor de Santa Catarina, flor de Pascua, flor de Catalina y flor de bandera.

La flor ofrece algunos otros beneficios, según el médico español Francisco Hernández en su libro “Historia natural de Nueva España” (siglo XVI) como aumentar la leche de las nodrizas. Además su uso como galactógeno se ha conservado hasta nuestros días.

Las brácteas proporcionan también una tintura de color rojo escarlata; el jugo lechoso de la planta se usa como depilatorio. Con ella también se preparan cataplasmas y fomentos que se usan en la medicina popular contra la arisipela y varias enfermeades de la piel.

La flor fué llevada a otras partes del mundo, al igual que otros muchos productos; el encuentro con América ocasionó un gran intercambio de productos, fauna y flora entre todas las naciones de los 4 continentes.

Por su florecimiento en la época final del otoño y su cercanía con las fechas Navideñas, se comenzó a utilizar y a asociar con la Navidad y a decorar algunos hogares NovoHispanos.

Con la independencia de México, el Embajador Estadounidense en México Joel R.Poinsett, al terminar su intervencionista actividad diplomática en México la llevó a los Estados Unidos en donde se le llamó a partir de entonces 'Poinsettia'.

Poinsett envió algunas semillas a Charleston (costa este de EU) y de ahí se envió a Europa del norte.

Se da en forma silvestre en Guerrero, Chiapas y Oaxaca, de donde es originaria.

Fray Benardino de Sahagún señala en sus escritos que los indígenas eran admiradores de la belleza natural, por lo que esta flor ocupaba un lugar especial.

“Para pasatiempo de los señores, plantaban vegetales o floresta donde ponían todos los árboles de flores”.

Sebastián Verti señala: “la dedicación y el gusto de los hombres del Anáhuac por las flores ha sobrevivido hasta nuestros días".

La Basílica de San Pedro, en El Vaticano, fue adornada con esta flor que México aportó al mundo la noche del 24 de diciembre de 1899.