LA ISLA DE MEZCALA (del Lago de Chapala)

 

En el Lago de Chapala existen algunas islas; en una de ellas, en la de Mezcala, se desarrolló un acontecimiento interesante durante la Guerra de Independencia.

Tras el fusilamiento en 1811 de los principales jefes Insurgentes (Hidalgo, Allende, Jiménez, Abasolo), la bandera de la Independencia continuó viva por diferentes puntos de la Nueva España.

Uno de ellos era la ribera del Lago de Chapala; para 1812, las poblaciones aledañas se habían visto acosadas por las fuerzas realistas comandadas por dos militares (Negrete y del Río).

 

                   

Izquierda: vista de la Isla de Mezcala desde la ribera norte del Lago de Chapala. Derecha: estado actual de la prisión (construida a posteriori).

Fotografías: Andrés Campos.

 

El Gobierno de la Nueva Galicia había ordenado desde Guadalajara, acabar con la insurrección.

Los Insurgentes confiaron el mando de sus huestes al indígena local Encarnación Díaz; apoyado éste por un pequeño 'ejército' de hombres que portaban machetes y solo un fusil, atacaron a las fuerzas realistas a las cuales derrotaron.

En la acción se apropiaron de material bélico.

Debido a la fragilidad de su contingente, decidieron buscar un refugio seguro y alejado de las poblaciones que resguardaban, temiendo que el ejército realista arrasara con sus pueblos.

El lugar elegido fue la Isla de Mexcala; para trasladarse, construyeron 20 botes.

Un sacerdote de la ribera, el Padre Marcos Castellanos, había seguido calladamente la invitación que en 1810 había hecho Hidalgo para promover entre la población la idea de la Independencia.

Con sus pocos conocimientos militares, organizó a los insurrectos y los parapetó en la isla.

El Gobernador de la Nueva Galicia -José de la Cruz- decidió atacar a los Insurgentes, para lo cual mandó construir botes en San Blas.

 

         

Reconocimiento a los personajes que sobrevivieron en la Isla de Mezcala.

Fotografía: Andrés Campos.

 

Antes de atacarlos, su ejército arrasó Tizapán, de donde los ribereños les proveían víveres a los insurrectos.

El ataque a la isla fue un desastre para el ejército Realista, sobreviviendo solo el oficial Galli (italiano) y algunos soldados (Feb..1813).

Durante los meses siguientes, los ataques continuaron sin resultados.

El Gobierno Neogallego decidió entonces cambiar la estrategia, optando por el bloqueo; antes, envió un emisario para ofrecer el indulto a cambio de la rendición de los Insurgentes, petición que fue rechazada.

Durante los 12 meses siguientes, todas las poblaciones de la ribera fueron militarizadas para impedir el envío de víveres a los isleños.

Sin embargo, la estrategia realista no funcionó en su totalidad, ya que los Insurgentes enviaban botes sigilosamente por las noches a recoger los víveres que la población les proporcionaba.

 

Para Marzo de 1814, el Gobernador vio que el bloqueo no había sido efectivo y decidió atacar nuevamente; esta vez el plan era ocupar primero la Isla Chica que está a poca distancia de la de Mexcala y que también estaba ocupada por los Insurgentes.

Sin embargo, los oficiales a cargo de ejecutar este plan, no se atrevieron a ponerlo en práctica, temerosos de un nuevo desastre. Cabe destacar que los militares a cargo de la empresa, tenían amplia experiencia militar marítima en operaciones en África. La operación fue desechada.

Días más tarde, una avanzada insurgente fue atacada durante la noche al momento de recoger víveres muriendo más de 100 de ellos frente a Ajijic.

En este periodo de 4 años (1812-16), el empuje de la Independencia se había reducido, especialmente tras el fusilamiento de Morelos (Dic..1815).

 

La guerra tenía ya 5 años de iniciada; el costo económico y de vidas era muy grande.

En Nueva Galicia, la situación era similar.

Para finales de 1816 la situación de los independentistas era desesperada; la peste y el hambre los mataban a diario.

El Padre Castellanos negoció entonces la capitulación con el Gobernador de la Cruz; la noticia fue celebrada en Guadalajara.

De los miles que habían iniciado el movimiento solo 800 sobrevivían en pésimas condiciones de salud.

El Gobernador de la Cruz cumplió su promesa de respetar la vida de los insurrectos; su decisión enaltecía a ambos bandos, a uno por su tenacidad y heroísmo y al otro por el cumplimiento de la palabra empeñada.

No hay gloria comparable a la del patriotismo desinteresado y por ello es de elemental justicia reconocer a estos Mexicanos cuya heroica defensa de Mexcala enfatiza el esfuerzo de nuestro pueblo por lograr su Independencia.

Innumerables sucesos como este ocurrieron durante todo el siglo XIX en nuestro país.

Muy triste resultaría para estos heroicos Insurgentes saber que casi ningún Mexicano conoce -hoy día- de su gesta.

Más aún el que no exista en Jalisco un monumento que los honre.